UNO DE MIS CUADROS

UNO DE MIS CUADROS
LA ALDEA Acrílico sobre tela. 30.5 x 40.5

domingo, 2 de mayo de 2010

LA ESQUINA DE LA NIÑA BONITA

Cuando secó la pintura naranja, mientras sus ayudantes pintaban de negro la parte inferior de la fachada, don Nepomuceno Pintado procedió a ejecutar él mismo, el letrero que lo identificaría como un local comercial. Las grandes letras rojas fueron brotando de los pinceles con una velocidad que sólo pueden tener los profesionales en el oficio de la rotulación.
El local estaba ubicado en una esquina, así es que en la parte de la Avenida ”Polleros”, pintó la palabra "Rotulos"; y en la pared que daba a la Avenida "Mártires de la Frontera", la palabra "Pintado". Cruzó la calle para mirar desde la contraesquina, y se dio cuenta de que las letras rojas se perdían en el fondo naranja, por lo que decidió perfilarlas con pintura blanca. También agregó el acento que le faltaba a la palabra "Rótulos".
Al quedar satisfecho del resultado, sacó del interior del local, un bastidor de madera que medía aproximadamente dos metros de alto por uno y medio de ancho, y que tenía montada la imagen de su hija Celeste, como muestra de una de las modalidades del tipo de trabajo que era capaz de realizar.
La foto le había sido tomada a Celeste precisamente durante su fiesta de quince años, cuando ya se había cambiado el vestido de quinceañera, y el de india sioux con el que bailó la polka, y tenía puesta una blusita de terciopelo azul cielo y una mirada de princesita inca. No se alcanzaba a ver en la enorme amplificación si tenía falda o pantalón, pues la foto era de medio cuerpo, pero los que asistieron a esa fiesta, recuerdan que traía una falda negra muy cortita, que hacía que llamara muchísimo la atención. Fue precisamente la misma noche en que se hizo novia de Rames Colorado, alias “El Colorín”. Simplemente el chavo más grueso del barrio.
La contemplación de su local, ya con la enorme foto de Celeste, le dio tanto gusto, que fue a llamar a toda la familia para que saliera a dar su opinión. Al día siguiente, como era de esperarse, un sacerdote acudió a bendecir el local, y por la tarde se organizó una sencilla fiesta entre los conocidos, familiares y futuros clientes del nuevo negocio.
Durante la reunión, todos los asistentes preguntaban extrañados por la inexplicable ausencia de Celeste, quien aunque ahora ya no se parecía nada a la chica del cartel por haber engordado mucho, tenía que estar presente por ser la modelo del local.
Don Nepomuceno justificó la ausencia de su hija diciendo que se había ido a estudiar a Hungría, aprovechando un intercambio cultural; porque no quería que nadie se enterara de que la había obligado a irse a la casa de su tío Pompeyo, en Querétaro; al enterarse de que al “Colorín” lo había agarrado la Migra, y estaba a punto de aparecerse por la colonia.
A nadie de la familia le caía mucho en gracia la inminente presencia del “Colorín”, pues durante el tiempo que duró de novio de Celeste, todo había sido bronca tras bronca, por la inclinación de éste a entrarle al cemento y a la mariguana, y a capitanear una banda de chavos igual de ingobernables que él, que conseguían el dinero para sus vicios asaltando comercios y transeúntes. Incluso se llegó a rumorar que él había sido el que se había "echado" a un peligroso sujeto llamado Hermógenes Goyconechea, apodado el “Cavernoso Mayor”, líder de una banda rival, conocida como “Los Cavernosos del terror”.
Después de varias semanas de permanecer expuesta día y noche la enorme foto de Celeste, a la gente le parecía muy raro que no hubiera sido víctima de los grafiteros locales, que tenían pintarrajeadas todas las paredes del barrio. Ya era hora de que le hubieran pintado los dientes negros para que pareciera chimuela, o que le hubieran agregado cuernos como habían hecho con todas las imágenes de los candidatos a diputados, senadores, e incluso a la presidencia de la República. Pero nada.
Nadie se explicaba el porqué del respeto de gente tan irrespetuosa a una simple niña bonita vestida de azul.
En realidad, ya la habían pintarrajeado sin piedad, agregándole toda suerte de garabatos, leperadas y alusiones sexuales, pero al día siguiente, todo había desaparecido y la imagen se veía impecable y sin rastro alguno de esos ataques.
Los mismos que habían dejado su marca en la imagen estaban sorprendidos y frustrados, y llegaron a suponer que había alguna capa protectora o un vidrio muy delgado e imperceptible, pero unos navajazos en el pecho de la imagen, los convencieron de que era papel común y corriente montado en aglomerado de madera de muy baja calidad.
Pero lo que nadie sabía, era que don Nepomuceno, cada vez que se deterioraba la foto de su hija, la cambiaba por una nueva. Así llevaba casi un mes, cambiando la foto por lo menos dos veces por semana. Había sido un golpe de suerte debido a la borrachera de Esiquio Tinajero, el encargado de la imprenta en la que le habían hecho las enormes fotos, quien confundió su modesto pedido de dos muestras, con el pedido del PRI, que había mandado a hacer quinientos posters de su fallido candidato a la presidencia de la república.
De esa manera, con quinientas fotos de su hija, Don Nepomuceno se divertía cambiando la foto cada vez que era necesario, y al mismo tiempo practicaba el montaje, pues era lo que más le había dado problemas para dominar durante su época de aprendiz.
Las señoras de la Comunidad Religiosa "Barrio Unido por la Salvación de las Almas de Todos los Vecinos Piadosos que Comulgan todos los Domingos", comenzó a tomar cartas en el asunto, pues todo apuntaba hacia un milagro.
Hacía tanto tiempo que no se daba un milagro en la comunidad; - desde el caso del niño Manuelito, que lloraba lágrimas de cajeta -, que este hecho empezó a causar revuelo entre las sencillas gentes de la colonia.
Los ataques a la imagen continuaron durante algunos días, siendo el más terrible el que llevó a cabo la Banda “Grafiteros Grifos”, quienes colocaron explosivos adheridos a la imagen, y la volaron con todo y bastidor. Pero al día siguiente, ahí estaba como si nada, impecable y reluciente.
Al poco tiempo los ataques cesaron, pues el convencimiento de la gente de que la niña bonita era una santa, hacía peligrosísimo acercarse a ella con malas intenciones. Hasta los mismos sujetos que antes se habían ensañado en sus ataques, ahora hasta limosna depositaban en la gran alcancía que la parroquia había colocado junto a la imagen.
Los fondos que se recaudaran, se repartirían por partes iguales. Una parte le tocaría a Don Nepomuceno por ser el padre de la santa; y con la otra se constituiría un fondo para levantarle una capilla para su adoración, en el terreno baldío de enfrente.
Como ya casi no había necesidad de cambiar la foto del bastidor, Don Nepomuceno guardó celosamente las cuatrocientas doce imágenes que le sobraban, para poderlas comercializar más tarde, cuando el fervor por su hija aumentara,
Con el paso de los meses, a la gente le dio por llamar a ese lugar “La esquina de la Niña Bonita”, y todo el que pasaba por ahí, se hincaba un rato ante la imagen, rezaba un poco y después dejaba unas monedas, ante la vigilancia de los grafiteros, quienes la habían adoptado como su patrona.
Cuando Rames Pintado alias "el Colorín" llegó a su casa en el barrio, sus familiares le platicaron todo lo que había pasado con su amada, del fervor que se había desatado por ella en la colonia; de la fama que le había dado a esa esquina, y del interés de la delegación por "recuperar para los vecinos esos espacios de meditación que tanta falta les hacía, para que a partir de una espiritualidad sana, accedieran a los más altos niveles de la democracia", según palabras del delegado.
Rames sabía que no podía llegar como si nada a la colonia, pues la familia del Cavernoso Mayor iba a tratar de vengar su muerte, ya que siempre habían estado de necios de que él lo había matado. Por eso se escondió unos días en la casa de “La Güera Balín” mientras se enteraba de todo lo que pasó durante los 9 años que estuvo en Los Angeles.
Una noche, Rames de atrevió a salir de su escondite y fue precisamente a la famosa esquina, para cerciorarse de todo lo que le habían contado. Como eran las tres de la mañana el lugar estaba desierto. La luz de la luna iluminaba, ayudada por los faroles que para eso estaban, la enorme foto de Celeste Pintado.
Quedó parado frente a la imagen de su ex novia, y los recuerdos invadieron esa esquina. Los ojos se le humedecían al contemplar a la mujercita por la que se había ido al otro lado, con la misión de conseguir lo suficiente para ofrecerle mejores condiciones de vida, y no huyendo como pensaba la mayoría.
No se dio cuenta de que los hijos del Cavernoso Mayor, avisados por la Güera Balín lo habían seguido con intenciones de matarlo. Como estos jóvenes no eran de la misma madera de su padre, habían tenido que tomar mucho tequila para darse valor. Tan borrachos estaban los pobres, que estuvieron a punto de ser descubiertos por Rames, cuando uno de ellos se cayó dos veces.
Tan absorto estaba contemplando y diciéndole cositas lindas a la niña bonita, que no se dio cuenta de que Heriberto, Hilario y Hermenegildo Goyconechea, se encontraban a sus espaldas tratando de no hacer ruido y preparándose para irse sobre de él con los machetes que les heredó su difunto abuelo.
Rames hablaba con ternura a la imagen como si ésta lo pudiera escuchar, mientras tres machetes temblorosos se levantaban sobre su cabeza.
No se sabe si fue la borrachera que traían, o fue la fuerza de la creencia popular, pero los machetes se detuvieron cuando los tres hermanos vieron que la niña bonita le sonreía a Rames y le contestaba con su vocesita chillona tan particular: “Si me quieres ver, estoy con mi tío Pompeyo en Querétaro”
Fue hasta ese momento cuando Rames se dio cuenta de que había estado en peligro, pues vio correr en círculos a los tres borrachos, machete en mano, ululando frenéticos y gritando incoherencias entre las que se alcanzaba sólo a identificar la palabra “milagro”.
A pesar de que los testigos estaban ahogados de borrachos, se les creyó todo cuanto dijeron, pues en esas cosas de la fe, no hay que escatimar esfuerzos, según dijo el Padre Anselmo al enterarse de los hechos.
Desde esa noche, la fama de la imagen creció, y se empezaron a dar los primeros pasos para que la niña bonita fuera reconocida por la iglesia como Santa Celeste.
Rames encontró a Celeste en Querétaro, y aunque ya está mucho más gorda, y tiene un espeso vello en el labio superior que la hace verse feísima, además de que le faltan dos dientes de enfrente, a él parece no importarle pues se ve muy emocionado y desea vivir con ella, tal y como lo soñó en sus años de chavo banda.
Y a manera de explicación les dice a sus amigos: “Es que ninguna de las gringas con las que anduve por allá, tiene lo que tiene mi chata”
Como “el papá de la santita” – sobrenombre con el que ya es conocido Don Nepomuceno - le prohibió terminantemente a Celeste que se volviera a aparecer por la colonia, no puso objeción a Rames cuando éste le manifestó su deseo de desposarla y llevársela a vivir a Anaheim, y hasta le dio dinero para los gastos.
Para Celeste si fue un verdadero milagro que el hombre de sus sueños hubiera venido a sacarla del aburrimiento en el que se encontraba, y se la llevara a vivir con él. Y lo más milagroso de todo, es que su padre lo hubiera consentido, y hasta los hubiera apoyado con unas palabras muy sentidas de aliento y comprensión.
Ahora, con su hija lejos y segura, don Nepomuceno ha empezado a pregonar que su niña bonita falleció durante el viaje de regreso de Hungría, pues unos terroristas afganos secuestraron el avión, y las autoridades tuvieron que hacer explotar el avión en pleno vuelo.
Y es que sólo a un hombre tan ofuscado por la ambición, se le puede ocurrir que cosas tan inverosímiles como esa, sucedan en nuestro mundo.

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