UNO DE MIS CUADROS

UNO DE MIS CUADROS
LA ALDEA Acrílico sobre tela. 30.5 x 40.5

domingo, 2 de mayo de 2010

EL MILAGROSO ALACRÁN

"Se le llama "alacrán", a la figura que se forma en el suelo, al tirar los residuos de pulque que quedan en el vaso. " B. Orihuela

La pulquería estaba medio vacía; los pocos parroquianos que a esa hora degustaban el rico neutle, no daban la apariencia de estar señalados para ser protagonistas de ninguna historia extraordinaria.
El ambiente era absolutamente normal; nadie hubiera podido adivinar que estaba próximo un acontecimiento muy raro; tanto, que haría que a los presentes más sensibles se les humedecieran los ojos de la pura emoción.
El aserrín del suelo acababa de ser renovado por don Canuto, y se antojaba como una hoja limpia en la cual se pudieran escribir con el dedo, las leperadas más altisonantes o las frases más sin sentido que se les ocurriera a los ya obnubilados parroquianos.
Don Lupillo, asiduo asistente a ese lugar, estaba a punto de terminarse su tercer tornillo de curado de piñón, apurado por don Eutiquio que ya se había terminado el cuarto en su cuenta, y que lo colocaba en ventaja ante su compadre.
-"¡Órale compadre, te me estás quedando atrás, creo que ya te saco dos de ventaja!"
-"Momento, que no son carreras, además acuérdate que dejé sola a mi hija en el puesto, y no me quiero tardar mucho porque la muy mensa no sabe hacer bien las cuentas, y luego se la llevan al baile con la lana".
A pesar de que don Canuto les tenía prohibido hacer el "alacrancito", porque, según decía, le salía muy caro el aserrín para andar ocultando sus porquerías, don Lupillo se dispuso a hacer el suyo a manera de despedida. Se echó para atrás para tomar vuelo, y haciendo una extraña parábola en el aire con su tornillo, arrojó al suelo el sobrante de pulque. De inmediato don Canuto se salió del mostrador con la intención de reclamar a don Lupillo lo que acababa de hacer, pero se detuvo al notar el extraño silencio que se había adueñado de su humilde changarro.
En lugar de la figura que generalmente se forma con el sobrante de neutle sobre el aserrín, apareció una figura muy diferente, figura que contrastaba grandemente con lo tradicional, una figura humana con un manto en la cabeza, y que recordaba a primer golpe de vista, la entrañable figura de la virgen.
Todos los presentes estaban mudos de asombro; algunos porque el resultado era muy diferente al esperado, muy independiente de lo que pareciera; y los más, porque de verdad empezaban a sentir que estaban ante un milagro.
Don Canuto miraba fijamente a don Lupillo, y éste miraba con asombro al suelo, mientras todos los demás se miraban nerviosamente entre sí.
-"¡Milagro, milagro!- gritó don Eutiquio, mientras abrazaba emocionado a su compadre. - Hay qué avisarle al señor cura... ¡Melitón, jálate por el padrecito, dile que es muy urgente... órale güey!"
Melitón el jicarero, saltó la barra, se quitó el delantal y salió corriendo. Alguien bajó de su altarcito la imagen de la virgen para poder compararla con la que estaba en el suelo.
Todos se arremolinaban para ver de cerca el cuadro, y todos tenían alguna opinión autorizada respecto a cada uno de los detalles que aparecían en el cuadro, y que supuestamente coincidían con la que estaba formada en el aserrín. Algunos más aventurados comenzaron a redefinir algunos rasgos con los sobrantes de los tornillos que estaban en espera de ser lavados; y otros prácticamente dibujaban con los dedos mojados en pulmón aquellas zonas que faltaban.
Al poco rato, la obra estaba terminada.
Cuando apareció el padre por la puerta, no faltaba ningún detalle: las manos, el rostro, las ondulaciones de la vestimenta, las mangas, los rayos; y hasta el angelito con la luna que está cargando a la virgen, estaban plasmados con toda la perfección que es posible lograr, a juzgar por lo rudimentario de los elementos utilizados.
El padre Anselmo se abrió paso entre los presentes y quedó colocado frente a la imagen, que ya terminada, medía aproximadamente un metro y medio de largo. Se colocó los anteojos, caminó en torno de ella, se agachó para apreciar más de cerca todos los detalles; miró atentamente a todos los presentes, quienes anhelantes esperaban escuchar su veredicto. Caminó hacia la puerta, y desde ahí les dijo: -"Para estar tan borrachos, les quedó muy bien."- Y se retiró.
Durante un buen rato, el silencio se adueñó del lugar, hasta que la llegada de nuevos clientes y vendedores de baratijas lo iban rompiendo poco a poco; y la normalidad se comenzó a abrir paso; un cilindrero con su música vino a coronar de cotidianidad el ambiente.
Los que se tenían qué ir se fueron, entre ellos don Lupillo. Los que tenían qué llegar, llegaron, y don Canuto decidió barrer el aserrín, fastidiado por las preguntas de los recién llegados.
-"Creo que es mejor así- Comentó don Canuto a Melitón. -"Si se hubiera corrido la voz, a lo mejor me hubieran querido poner aquí un nicho, y a lo mejor hasta me cierran la pulcata; porque dirían que no es un lugar apropiado para la virgencita".
Don Canuto se metió al mostrador, sacó un pliego de cartulina verde fluorescente, y escribió con grandes letras negras:
QEDA ESTRITAMENTE PROIVIDO ASER ALAKRANZITOS – ATENTEMENTE LA JERENSIA.

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