UNO DE MIS CUADROS

UNO DE MIS CUADROS
LA ALDEA Acrílico sobre tela. 30.5 x 40.5

viernes, 26 de noviembre de 2010

LA DESAPARICIÓN DE LA FLORECITA

El matrimonio Guarneros, se encontraba disponiendo lo necesario para pasar el fin de semana en un exclusivo hotel de Cuautla, en el estado de Morelos. Hacía mucho tiempo que no tenían la oportunidad de viajar, pues la situación económica no se los permitía; pero la buena memoria de Nemesio Guarneros, al participar en un concurso de la radio, contestando sin error los nombres de todas las canciones de la legendaria orquesta de Mariano Mercerón, les estaba dando este pequeño lujo.
Rigoberta, la esposa de Nemesio, empacaba emocionada la mejor ropa que tenían, pues el lugar que los esperaba, ameritaba la mejor apariencia posible. Mientras tanto, Nemesio había ido a solicitar al dueño del taxi que él trabajaba, el permiso de usar el vehículo para su viaje, y un préstamo en efectivo para solventar los gastos que se presentaran.
Después de haber recibido el dinero y la venia del patrón, regresó feliz a la vecindad. Se comunicó telefónicamente a la estación de radio otorgante del premio, para confirmar su partida; metieron en la cajuela sus maletas, y agarraron camino. Por supuesto, Nemesio no olvidó llevar sus cassettes de danzones que lo habían hecho triunfador, para escucharlos durante el trayecto como un sencillo homenaje a don Mariano Mercerón.
Rigoberta, emocionada, atribuía esta bendición a su buena suerte, más que a la memoria de su marido: - Ya me lo había pronosticado el discípulo del Gualter la semana pasada, cuando hablé a la Línea de la Buena Ventura. Me dijo: "Tendrás un placentero viaje de placer que te va a dejar muy complacida, porque eres Capricornio." Refiriéndose a un sujeto que nunca se ha sabido a ciencia cierta si es hombre, mujer o Cernícalo de las Galápagos; y que se ha vuelto millonario en dólares, haciendo horóscopos por televisión y por teléfono, aprovechando la babeante candidez del respetable.
Cuando llegaron a Tres Marías, sintieron hambre y se bajaron del vehículo para comerse unas quesadillas; y cuando estaban más entrados hincándole el diente a las de flor de calabaza, fue cuando la vieron, con su carita sucia, su vestidito que alguna vez fue azul, y con un hambre que se le notaba hasta en la forma de respirar. Ver a una niña en esas condiciones de abandono, provocó que a Nemesio se le atorara el bocado que estaba a punto de deglutir, y tuvo que dar grandes tragos a su Mundet roja para evitar la asfixia.
Rigoberta y Nemesio, aunque ya llevaban siete años de casados, no habían podido tener hijos, y eso los hacía sentir una especial inclinación y ternura hacia cualquier niño que tuvieran enfrente. La invitaron a comer con ellos, y al terminar, la cuestionaron respecto a su origen y a las causas de su paupérrimo estado. Dentro de lo poco que la niña les supo decir, concluyeron que era huérfana, que le decían Flor, que no tenía un lugar fijo para vivir; que deseaba tener unos padres que la cuidaran, y que los niños de la calle no son exclusivos del D. F., sino que se dan en todos aquellos estados en los que existe la paternidad irresponsable.
Mientras Flor se terminaba su refresco, Rigoberta y Nemesio, en voz baja, se ponían de acuerdo en invitar a la niña a pasar el fin de semana con ellos, y hacerse la ilusión de que era la hija que tanto habían esperado. No tuvieron que insistir mucho, pues la pequeña estaba encantada con el trato que estaba recibiendo por primera vez en su vida.
Antes de dirigirse al hotel, llevaron a la niña a bañarse, le hicieron un bonito corte de pelo, le compraron dos sencillas mudas de ropa a su medida, permitiendo que ella misma las escogiera. Cuando Flor quedó exactamente a la medida de sus expectativas, y ya empezaba a decirles "papa" y "mamá", se dirigieron a su destino. Al llegar, se identificaron en la administración del hotel como los enviados de la estación de radio, registrando a la niña como su hija. Se les asignó su habitación, y a partir de ese momento, comenzó formalmente el sueño de los tres.
Y ese bello lugar, que gozaba de gran fama entre las personas pudientes, se convirtió en un verdadero paraíso para estos tres seres que ni siquiera se habían imaginado que existieran tantas comodidades. Durante su estancia, Rigoberta y Nemesio, no dejaron de presumir a quienes los quisieron oír, a su pequeña Florecita, quien casi no hablaba y sólo se limitaba a sonreír de una manera cautivadora.
Para estas alturas, los esposos ya tenían bien madurada una idea: Convencer a la niña de que se fuera con ellos a vivir al D. F., pues sabían que su vida ya no sería la misma sin la compañía de Flor. Cuando llegó el momento de abandonar el lugar, la pareja notó, al empacar sus pertenencias, que les faltaban sus identificaciones, pero lo más significativo del asunto, es que Florecita no aparecía por ningún lado desde la mañana. La sospecha de que la niña se hubiera llevado sus cosas, se desvaneció al ver que toda la ropita que le habían comprado, aún permanecía en la habitación. Después de analizar las evidencias, empezaron a llegar a la conclusión de que la niña se había marchado de noche y en paños menores. Sus elucubraciones fueron interrumpidas por un empleado del hotel, quien de manera ligeramente grosera, los urgió a que desocuparan inmediatamente la habitación. No necesitaron mucho ingenio para darse cuenta de que el sueño había terminado.
Todavía les dieron permiso de dirigirle la palabra al empleado de la administración, al cual Nemesio le dio el teléfono del sitio de taxis en el que trabajaba, para que se comunicaran con él, si encontraban sus documentos.
El regreso a la Ciudad de México, sufrió un considerable retraso, pues se encontraron con un numerosísimo contingente de soñadores, quienes pensaban que con marchar en silencio durante horas, sería posible acabar con la inseguridad, con los secuestros, y que se pueden eliminar a las autoridades que los toleran. Durante el trayecto de regreso, casi no se hablaron pues sabían que iban a terminar peleando, culpándose mutuamente de la desaparición de la niña.
Al día siguiente, al presentarse Nemesio a laborar al sitio de taxis, le informaron que a muy temprana hora le habían hablado por teléfono, dejándole el recado de que se comunicarían nuevamente a las doce del día. Pensando que la llamada provenía de la administración del hotel, decidió no hacer ningún servicio, para poder contestar él mismo cuando llamaran. Con una puntualidad irlandesa, el teléfono sonó a las doce en punto. Nemesio contestó hasta el séptimo timbrazo, para que no se le notara esa ansiedad que él mismo no se explicaba. Al contestar, omitió el acostumbrado "Sitio de taxis el Viaje Virtual a sus órdenes", pues sabía que la llamada era para él. -Deseo hablar con el Sr. Nemesio Guarneros Bailón - escuchó nervioso, apresurándose a contestar - Yo soy, señor, ¿en qué puedo servirle ? -
-Escuche atentamente lo que le voy a decir: Tenemos en nuestro poder a su hija Flor, ella se encuentra bien, pero si usted no nos entrega trescientos mil pesos, no la volverá a ver nunca jamás en la vida. No dé aviso a la policía, porque usted sabe que no va a servir de nada. Yo me comunico con usted pasado mañana. - Todo esto lo dijo de corrido como si lo tuviera ensayado. Y colgó.
Nemesio se fue inmediatamente a su casa para platicarle a su mujer lo que acababa de saber. Después de hacer cuentas, con la seguridad de que su patrón le permitiría manejar el taxi por tiempo completo, concluyeron en que si lograban ahorrar cien pesos diarios, en poco más de ocho años lograrían reunir la cantidad exigida por los secuestradores. Sin embargo, se presentaba un inconveniente, y es que cuando lograran recuperar a Florecita, ella estaría cumpliendo quince años, lo cual los estaría metiendo en otro gasto muy fuerte.
Esa forma de pensar, que han adquirido desde que se unieron al Club de los No Pesimistas, los ha hecho perder de vista la realidad, y es que Sigfrido Montelongo, el secuestrador que tiene en su poder a la niña, recibe órdenes de una persona que recibe órdenes de un sujeto que recibe órdenes de un poderoso señor. Y esas órdenes son mucho más crudas de lo que ellos piensan.
Nemesio, ya con el permiso de su patrón de trabajar el carro por tiempo completo, está manejando de noche por primera vez, y mientras se toma su Coca con Mejorales para soportar la desvelada, sigue escuchando la música de su antiguo ídolo que siempre le emocionó, y que ahora se ha convertido en obsesión: "Florecita, florecita, dónde estás que no te veo. Tu perfume me hace falta; dime, dime dónde estás..."

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